No voy a repetir que 2023 es un año para olvidar, pero quiero subrayar que concluye en la ignominia; en el oprobio, en la infamia.
Termina con una de las mayores indignidades perpetradas por un presidente de Gobierno español desde que tenemos memoria: la entrega de Pamplona a los proetarras de Bildu.
El PSOE, la podrida organización que lidera el facineroso, claudica ante los terroristas vascos en Navarra, para que su brazo político permita a Sánchez seguir durmiendo en La Moncloa.
Un obsceno cambalache entre un extorsionador, con historial pistolero y secuestrados en la ficha policial y un tipo amoral, enfermo de ambición, cuya codicia le lleva a mercadear con todo aquello que debiera ser el primero en proteger.
Sánchez ha hecho en cinco años mucho más en favor del deliriro por el que ETA asesinó a un millar de inocentes, que Arzallus, el obispo Setien o Txapote en treinta años.
Sánchez es presidente del Gobierno, exclusivamente, porque ha claudicado ante matarifes y separatistas, y paga religiosamente los ‘impuestos revolucionarios’ que le giran al cobro Puigdemont, Junqueras, Otegi y compañía.
Todo ello alimentado por un PSOE, con una cúpula trufada de paniaguados a quienes sólo preocupa seguir chupando del bote y con una base repleta de sectarios, ignorantes y mamarrachos.
No caeré en el error de lamentar que los socialistas perpetren la tropelía traicionando su propia memoria, porque no es verdad.
Traicionan a sus muertos, a todos los acribillados o reventados por ETA, pero ni tienen un pasado digno ni cuentan con una Historia decente, a pesar del espejismo que fue la etapa Felipe González.
Háganme caso: el PSOE, de principio a fin y de arriba a abajo, es una mierda como el sombrero de un picador.
Así que ya saben: Feliz Navidad y prospero Año 2024 a todos, menos al traidor Sánchez y a los mamachichos que le votan.