Las elecciones vascas son la prueba de que España va cuesta abajo y sin frenos.
Todos se dan por ganadores.
El PSOE, porque subió dos escaños en pleno diluvio de corrupción y con Begoña Gómez en el candelero.
El PP porque creció uno y VOX, porque conservó el suyo y eso le permite afilar su discurso en Cataluña, donde tenemos autonómicas en poco más de dos semanas.
La triste realidad es que el resultado es una calamidad para España.
Hace 30 años, PNV y Batasuna sumaron 33 escaños. Este domingo 21 de abril de 2024, sumaron 54. Y los partidos constitucionalistas, los que creen en la unidad de España y condenan el terrorismo -entre los que por supuesto no figuran ni la cuadrilla del malandrín Sánchez ni la recua de teñida Díaz- se quedaron en 8.
Es cierto que al censo electoral le faltan los 180.000 exiliados, que de no haber tenido que huir porque los padrinos de los ahora socios del marido de Begoña los mataban a mansalva, cambiaría probablemente el resultado.
Pero no tiene sentido llorar por la leche derramada. Tenemos lo que tenemos y la realidad es que los 1.8 millones de vascos con derecho a voto han decidido, con su papeleta o quedándose en casa, entregar el futuro de su tierra a una banda que se vanagloria de los criminales, festeja el asesinato de 850 inocentes y está dirigida por un secuestrador llamado Otegi.
De momento, tras la pantalla del PNV, un partido pesetero y amoral, que no empuñaba las pistolas ni ponía las bombas, pero aprovechó el terror para acumular privilegios.
La aritmética da a Sánchez un balón de oxígeno hasta las catalanas, porque le permite apoyar a los separatistas de derechas sin irritar a los proetarras, que se conformarán de momento con sacar de la cárcel a los pocos terroristas que quedan presos.
Ya les llegará su momento, porque la cosa sólo puede empeorar si no nos atamos los machos y vamos a la pelea.
Y para que las cosas sean distintas, es de cajón que tenemos que actuar de forma diferente.
¿Qué han hecho los partidos constitucionalistas y los Gobiernos de España para defender a la Nación en el País Vasco?
Durante muchas décadas, conformarse con intentar existir allí políticamente, porque el simple hecho de ser candidato o hacer campaña se pagaba con la vida.
Y cuando los matarifes dejaron de asesinar, porque les resultaba más rentable jugar a la política manteniendo el acoso social y la violencia callejera, continuó el traspaso de competencias, se adoptó la jerga batasuna y se siguió replegando el Estado.
Exactamente lo contrario de lo que había que hacer, con el agravante de que el claudicante PSOE -por mor de la ambición de Sánchez y la estupidez de Zapatero- se hizo filonacionalista.
La pregunta no puede seguir siendo qué hacemos con los vascos y los catalanes para que se sientan ‘cómodos’.
La pregunta es qué hacemos para meterlos en vereda.
Todos se dan por ganadores.
El PSOE, porque subió dos escaños en pleno diluvio de corrupción y con Begoña Gómez en el candelero.
El PP porque creció uno y VOX, porque conservó el suyo y eso le permite afilar su discurso en Cataluña, donde tenemos autonómicas en poco más de dos semanas.
La triste realidad es que el resultado es una calamidad para España.
Hace 30 años, PNV y Batasuna sumaron 33 escaños. Este domingo 21 de abril de 2024, sumaron 54. Y los partidos constitucionalistas, los que creen en la unidad de España y condenan el terrorismo -entre los que por supuesto no figuran ni la cuadrilla del malandrín Sánchez ni la recua de teñida Díaz- se quedaron en 8.
Es cierto que al censo electoral le faltan los 180.000 exiliados, que de no haber tenido que huir porque los padrinos de los ahora socios del marido de Begoña los mataban a mansalva, cambiaría probablemente el resultado.
Pero no tiene sentido llorar por la leche derramada. Tenemos lo que tenemos y la realidad es que los 1.8 millones de vascos con derecho a voto han decidido, con su papeleta o quedándose en casa, entregar el futuro de su tierra a una banda que se vanagloria de los criminales, festeja el asesinato de 850 inocentes y está dirigida por un secuestrador llamado Otegi.
De momento, tras la pantalla del PNV, un partido pesetero y amoral, que no empuñaba las pistolas ni ponía las bombas, pero aprovechó el terror para acumular privilegios.
La aritmética da a Sánchez un balón de oxígeno hasta las catalanas, porque le permite apoyar a los separatistas de derechas sin irritar a los proetarras, que se conformarán de momento con sacar de la cárcel a los pocos terroristas que quedan presos.
Ya les llegará su momento, porque la cosa sólo puede empeorar si no nos atamos los machos y vamos a la pelea.
Y para que las cosas sean distintas, es de cajón que tenemos que actuar de forma diferente.
¿Qué han hecho los partidos constitucionalistas y los Gobiernos de España para defender a la Nación en el País Vasco?
Durante muchas décadas, conformarse con intentar existir allí políticamente, porque el simple hecho de ser candidato o hacer campaña se pagaba con la vida.
Y cuando los matarifes dejaron de asesinar, porque les resultaba más rentable jugar a la política manteniendo el acoso social y la violencia callejera, continuó el traspaso de competencias, se adoptó la jerga batasuna y se siguió replegando el Estado.
Exactamente lo contrario de lo que había que hacer, con el agravante de que el claudicante PSOE -por mor de la ambición de Sánchez y la estupidez de Zapatero- se hizo filonacionalista.
La pregunta no puede seguir siendo qué hacemos con los vascos y los catalanes para que se sientan ‘cómodos’.
La pregunta es qué hacemos para meterlos en vereda.
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