Cuando parecía que el PSOE no levantaba cabeza por los escándalos de Ábalos, Cerdán y la célebre “trama Koldo”, la noticia de la imputación de Cristóbal Montoro ha caído como una lluvia fresca en pleno julio político.
Los socialistas han aprovechado la ocasión para soltar lastre y devolver parte de la presión mediática al PP, señalando con dedo acusador al exministro popular y a su entorno. Sin embargo, como ha analizado con mordacidad Carlos Alsina en su monólogo matinal, este alivio tiene fecha de caducidad: “Solo será un consuelo pasajero”.
El caso Montoro, que investiga supuestos tratos de favor a empresas gasistas durante su etapa al frente del Ministerio de Hacienda, ha servido de flotador argumental para un Pedro Sánchez acorralado por meses de desgaste. La portavoz socialista Montse Mínguez no dudó en devolver al PP el calificativo de “mafia”, que los populares habían esgrimido en manifestaciones contra el Gobierno por los escándalos que salpican a Ferraz. Pero Alsina, con su habitual bisturí dialéctico, recuerda que este tipo de consuelos son “flotadores” temporales en la tempestad política española.
Montoro, del poder absoluto al banquillo
La figura de Cristóbal Montoro es analizada por Alsina no solo como político caído en desgracia, sino también como símbolo de una forma de ejercer el poder. El periodista desvela episodios poco edificantes: reuniones secretas donde Montoro presionaba a medios críticos, llegando a recordar amenazante: “Soy el ministro de Hacienda, yo decido el IVA del libro digital. Tenlo presente”. Según Alsina, este modus operandi deja claro que el poder era para Montoro tanto un instrumento para premiar a afines como para castigar a los díscolos.
Ahora, ironiza el locutor, el exministro se convierte en una boya salvavidas que emerge justo cuando más lo necesita el PSOE. Sin embargo, advierte que este uso oportunista del escándalo ajeno solo proporciona una tregua efímera en la guerra mediática y parlamentaria:
Es natural que el PSOE se abrace al cuerpo de Montoro como última esperanza para que los koldos no lo hundan del todo, pero no parece que, por grave que llegue a ser -veremos-lo de Montoro y por sobradamente probados que estén los abusos de poder en tiempos de Rajoy, vaya a servirle al PSOE este caso para neutralizar los efectos del suyo. Básicamente porque el gobierno de Rajoy es pasado y el gobierno Sánchez (con sus ministros en estado de vigilia por si se les apareciera la UCO) es rabioso y debilitado presente.
Quien hoy gobierna es Sánchez y el caso de corrupción más reciente (presunta) es el de sus dos hombres de confianza. Montoro sirve de consuelo pasajero. Pero a la vuelta de agosto, si no antes, serán Cerdán y compañía los que vuelvan a sacudir el tablero.