No creo que haga falta siquiera que lo diga en voz alta, porque no hay otra pregunta que se repita con tanta intensidad en España desde hace una semana.
¿Cae o no cae Pedro Sánchez?
Les voy a hacer una confidencia.
Cuando hablas con políticos, la repuesta casi siempre es que agarrará al cargo como guacamayo a la percha y aguanta hasta 2027, cuando previsiblemente el PSOE y sus compinches se lleven un monumental revolcón en las urnas.
Si hablas con periodistas y gente de esa ralea, la cosa está bastante más matizada y no escasean los convencidos de para el otoño de este año, no le quedará otra al paisano que convocar elecciones generales.
Cierto que en cualquier país de Occidente, en una democracia normal, ya hace tiempo que el presidente o primer ministro habría dimitido.
En Portugal, el socialista António Costa se marchó por mucho menos, por una simple sospecha de corrupción que luego quedó en nada.
En el Reino Unido, donde The Times y The Telégraph ya comparan al marido de Begoña con un capo mafioso, el conservador Boris Johnson tuvo que marcharse por mentir sobre sus fiestas durante el covid…
Y en Alemania, el socialista Scholz convocó elecciones al ver que su coalición no tenía capacidad de aprobar presupuestos, de generar leyes o gobernar.
Pero esto es España, damas y caballeros y aquí, donde converge una parálisis gubernamental de cojón de mico con una corrupción rampante, en la que están hundidos hasta el corvejón dos secretarios de Organización del partido en el poder, la mujer del tipo que preside los Consejos de ministros, su hermano músico, media docena de miembros del Gabinete y hasta -a la luz de lo que está aflorando de Chivite y Armengol- figuras clave de su entramado, el responsable del desaguisado sigue durmiendo en palacio.
Con recochineo, porque nada de lo que acabo de enumerar hubiera sido posible sin la presencia, la sombra, la influencia o la palabra, de Sánchez, el Nº-1 de la trama.
Y cada día salta otra liebre, porque cuando no es una pilingui que escondía un disco duro en las bragas es que pillan en un pufo a la presidenta socialista de Navarra o se descubre que el Nº-3 de Chiqui Montero en Hacienda cobraba sobornos en metálico a cambio de perdonar multas e impuestos.
Lo de ayer en la sesión de control del Congreso de los Diputados dejó patente que el régimen agoniza.
Sánchez confía en que tenemos el verano encima y que el personal se desconecta en vacaciones, pero no le vamos a dejar ni respirar.
Y en septiembre, a la vuelta, a poco que apriete la oposición, -aquí y en Bruselas- y contando con la UCO seguir sacando informes y los jueces instruyendo sumarios, nos lo quitamos de encima.
Y si no palma en septiembre, la espicha en Navidades.