En apenas unas semanas, Donald Trump ha conseguido que la inundación de medidas con las que apabulla al mundo nos impida casi detenernos en cada una de ellas. La persecución de inmigrantes, incluso con pago de recompensa en algunos estados; la venganza laboral contra el discrepante político; la apertura a manos privadas del sistema de pagos públicos; el acoso extorsionador a los países vecinos; y, finalmente, la brutal pretensión de quedarse con Gaza para levantar sobre la devastación israelí, casinos y hoteles, desterrando a los gazatíes. Todo ello enfrenta al mundo, pero particularmente a Europa, a un dilema moral y político. ¿Aceptamos el marco de discusión, seguimos como si nada y negociamos cuando nos toque para minimizar el daño que nos haga a nosotros? ¿O está la Unión Europea en condiciones de dar la batalla política por los derechos humanos, el respeto a unas reglas y a la arquitectura institucional que define las democracias? El contraejemplo está enfrente. Instituciones o barbarie.