Bienaventurados los pringados que votaron a Sánchez, porque serán más pobres
- hace 10 meses
Ya les he dicho que lo más impactante, para mi, de las elecciones el 23J, ha sido descubrir que para más de 11 millones de españoles, los que votaron al PSOE, Sumar, ERC, Bildu y afines, el etarra ‘Txapote’, asesino de una docena de personas, es un ‘progresista’.
Que ese nutrido contingente aplaude el abrazo de Sánchez con golpistas y terroristas y considera más grave que el tenor Plácido Domingo metiera mano a una soprano hace 40 años, que unos facinerosos colocaran una bomba-lapa en los bajos de un coche patrulla de la Guardia Civil y reventaran a dos agentes veinteañeros en Mallorca, en julio de 2009.
Siempre tuve claro que la sociedad vasca estaba moralmente enferma, pero asumir que el ‘cáncer’, la incapacidad de distinguir entre el bien y el mal, se extiende al conjunto de la sociedad española, ha sido un trauma.
Supongo que ya saben que Sánchez, decidido a ponerse a ‘cuatro patas’ ante Puigdemont para que le abra la puerta de La Moncloa con los 7 escaños de Junts, movilizó ayer a la Fiscalía para que al prófugo no pueda ser empapelarlo por el juez Llarena, pero no es el tema de este sermón.
Dentro de la aberración que es respaldo ciudadanos a un tipo que indulta golpistas, libera terroristas, rebaja penas a corruptos y cede ante los enemigos de España, lo que me ocupa hoy es una extravagante paradoja.
La que personifican el millón y medio de andaluces, los doscientos mil extremeños, los cuatrocientos mil manchegos, lo 500.000 castellanos y otros que han votado orgullosos al socialista Sánchez, para que a los racistas burgueses catalanes, a los xenóbofos vascos y a los sectarios ‘progres’ de Cataluña y País Vasco, que les desprecian e insultan, no les falte de nada.
Al margen de la genuflexión ante Puigdemont y de las claudicaciones ante Otegi, la tercera investidura de Sánchez, caso de materializarse una nueva y ampliada versión del Gobierno Frankenstein, implicará el perdón de los 92.000 millones de euros que debe Cataluña a las arcas del Estado.
En otras palabras: que los extremeños, andaluces, manchegos, castellanos y por supuesto madrileños, seremos mucho más pobres y tendremos menos recursos para sanidad, educación, obras públicas y pensiones, porque pagaremos la juerga de estos facinerosos.
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Siempre tuve claro que la sociedad vasca estaba moralmente enferma, pero asumir que el ‘cáncer’, la incapacidad de distinguir entre el bien y el mal, se extiende al conjunto de la sociedad española, ha sido un trauma.
Supongo que ya saben que Sánchez, decidido a ponerse a ‘cuatro patas’ ante Puigdemont para que le abra la puerta de La Moncloa con los 7 escaños de Junts, movilizó ayer a la Fiscalía para que al prófugo no pueda ser empapelarlo por el juez Llarena, pero no es el tema de este sermón.
Dentro de la aberración que es respaldo ciudadanos a un tipo que indulta golpistas, libera terroristas, rebaja penas a corruptos y cede ante los enemigos de España, lo que me ocupa hoy es una extravagante paradoja.
La que personifican el millón y medio de andaluces, los doscientos mil extremeños, los cuatrocientos mil manchegos, lo 500.000 castellanos y otros que han votado orgullosos al socialista Sánchez, para que a los racistas burgueses catalanes, a los xenóbofos vascos y a los sectarios ‘progres’ de Cataluña y País Vasco, que les desprecian e insultan, no les falte de nada.
Al margen de la genuflexión ante Puigdemont y de las claudicaciones ante Otegi, la tercera investidura de Sánchez, caso de materializarse una nueva y ampliada versión del Gobierno Frankenstein, implicará el perdón de los 92.000 millones de euros que debe Cataluña a las arcas del Estado.
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