Menos postureo y más verdad
  • hace 2 años
Es tan complicado a veces hacernos entender.
Sacar lo que tenemos por dentro.
Rescatar la emoción exacta que sentimos del fango.
Para mostrarla a los demás.
No nos enseñan a hacerlo.
Nos dice que el éxito es no mostrar tu vulnerabilidad.
Porque el que tiene el poder es el que parece fuerte.
Pero eso es mentira.
Todas esas personas que parece que lo saben todo.
Tampoco saben nada.
Se mueren de miedo.
Pero no lo dicen, no lo comparten, porque hacerlo sería poner de manifiesto la mortalidad.
La posibilidad del fin.
Alguien que no duda, que no se equivoca, que no dice no sé.
No es de fiar.
Porque alguien que no es capaz de hacer visibles sus contradicciones.
Es alguien que, en algún sentido, se estafa y está estafando.
Ojalá recibiéramos una educación absolutamente centrada en las emociones.
Menos nombres de ríos y más saber qué sentimos.
Menos saber hacer declaraciones de la Renta y más filosofía.
Porque lo que no puede ser es que nos pasemos tantos años en un aula.
Siendo personas completamente desconocidas.
Sin profundizar.
Sin trabajar la empatía.
Lo que no puede ser es que lleguemos a la edad adulta.
Sin saber tratarnos.
Sin herramientas emocionales.
Sin poder compartir realmente el asombro de estar aquí.
El misterio de esta existencia.
Es tan complicado ponerse el disfraz de persona adulta.
Y tener que estar todo el rato haciendo como que sí.
Cuando es que no o que no sabes.
Tan agotador.
Ojalá pudiéramos compatir mucho más desde la incertidumbre.
Y menos desde las certezas.
Ojalá el espacio común fuera un sitio en el que no hubiera tanta máscara.
Tanto postureo.
Ojalá perdiéramos el temor a que no nos quieran.
Cuando digamos qué sentimos de verdad.
Ojalá pudiéramos saber decir lo que sentimos de verdad.
Porque la honestidad y el cuidado.
Son los dos principales pilares.
Del amor.
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