Todo régimen, por penoso que sea y el de Sánchez lo es y mucho, necesita de obedientes criados que reciban, gestionen y ejecuten las órdenes por estúpidas, insensatas o abyectas que sean.
Muchos nos hemos preguntado durante estos siete años cómo es posible que personajes brillantes y con curriculum, como Marlaska, Margarita Robles o Nadia Calvino podían plegarse mansamente a maniobras tan siniestras como el pacto con los terroristas de ETA o el abrazo a los golpistas catalanes.