Y saliendo de allí, iba caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará”. Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: “¿De qué discutían por el camino?”. Ellos callaron, pues discutían quién era el mayor.
Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”.
Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado”.
Palabra del Señor.
Reflexión de Monseñor Arturo Fajardo (Obispo de Salto, Uruguay)