Andan los periodistas no adictos al régimen cachondeándose de que Begoña Gómez siga haciendo malabares para inflar su magro currículum académico.
Con un desahogo notable, la mujer de Sánchez presume de haber realizado sesudos cursos de ‘dirección comercial’, que no fueron otra cosa que unos cursillos de cinco días, que impartía una consultora privada apellidada Cegos.
Seamos serios, colegas no amarrados al pesebre de La Moncloa.
Lo de los ‘master’ de chicha y nabo de la mujer de Sánchez es tan trivial como su historial universitario.
Para hacer negocios, Begoña no ha necesitado nunca justificarse con pomposos méritos científicos.
Suple desde hace seis años la falta de una licenciatura con algo de mucha más entidad: ser la mujer del socialista que ocupa la presidencia del Gobierno y firma subvenciones, contratos y decretos en los Consejos de Ministros.
Si para muestra basta un botón, quizá convenga recordar que apenas dos meses después de que su marido desalojase a Rajoy de La Moncloa, con una moción de censura apañada con proetarras y golpistas, se anunció su nombramiento como directora del Africa Center.
Begoña ha logrado codirigir un máster en la Universidad Complutense y se ha hecho con patrocinios a granel.
En España hay más tontos que botellines, pero me cuesta creer que en el nutrido contingente de memos, pueda haber un majadero convencido de que los boyantes negocios de la esposa de Sánchez se deben a su excelencia como ‘directora comercial’.
Falsear un currículum, pecado que el PSOE han perpetrado muchos, está muy feo, pero a efectos de lo que nos estamos jugando es casi irrelevante.
Esto va de corrupción y tráfico de influencias y ahí hay que situar -política, mediática, jurídica y socialmente- la polémica.
Cacarean los periodistas de la Brunete Pedrete que es ‘machismo’ cargar contra Begoña, pero la realidad es que tanto sus cargos como sus apoyos empresariales no tienen que ver con sus ‘méritos académicos’, sino con su condición de consorte.
Hace escasamente un mes, el diario Financial Times publicó un artículo firmado por la española Miriam González, esposa del exviceprimer ministro británico Nick Clegg, en la que la abogada afirma que si, cuando su marido estaba en el Gobierno, ella hubiera hecho algo parecido a lo que ha perpetrado reiteradamente Begoña la hubieran quemado en la plaza de Trafalgar Square.
Dado el carácter inofensivo de la sociedad española, aquí no vamos a quemar a nadie, pero podíamos ponernos las pilas y al menos echar a estos mangantes del Gobierno y sentar a unos cuantos en los banquillos de los tribunales.
No se olviden, paisanos, de que este 9 de junio de 2024 tenemos elecciones europeas y que esos comicios son una buena oportunidad para darle a Sánchez y sus compinches un poco de lo que se merecen.
Con un desahogo notable, la mujer de Sánchez presume de haber realizado sesudos cursos de ‘dirección comercial’, que no fueron otra cosa que unos cursillos de cinco días, que impartía una consultora privada apellidada Cegos.
Seamos serios, colegas no amarrados al pesebre de La Moncloa.
Lo de los ‘master’ de chicha y nabo de la mujer de Sánchez es tan trivial como su historial universitario.
Para hacer negocios, Begoña no ha necesitado nunca justificarse con pomposos méritos científicos.
Suple desde hace seis años la falta de una licenciatura con algo de mucha más entidad: ser la mujer del socialista que ocupa la presidencia del Gobierno y firma subvenciones, contratos y decretos en los Consejos de Ministros.
Si para muestra basta un botón, quizá convenga recordar que apenas dos meses después de que su marido desalojase a Rajoy de La Moncloa, con una moción de censura apañada con proetarras y golpistas, se anunció su nombramiento como directora del Africa Center.
Begoña ha logrado codirigir un máster en la Universidad Complutense y se ha hecho con patrocinios a granel.
En España hay más tontos que botellines, pero me cuesta creer que en el nutrido contingente de memos, pueda haber un majadero convencido de que los boyantes negocios de la esposa de Sánchez se deben a su excelencia como ‘directora comercial’.
Falsear un currículum, pecado que el PSOE han perpetrado muchos, está muy feo, pero a efectos de lo que nos estamos jugando es casi irrelevante.
Esto va de corrupción y tráfico de influencias y ahí hay que situar -política, mediática, jurídica y socialmente- la polémica.
Cacarean los periodistas de la Brunete Pedrete que es ‘machismo’ cargar contra Begoña, pero la realidad es que tanto sus cargos como sus apoyos empresariales no tienen que ver con sus ‘méritos académicos’, sino con su condición de consorte.
Hace escasamente un mes, el diario Financial Times publicó un artículo firmado por la española Miriam González, esposa del exviceprimer ministro británico Nick Clegg, en la que la abogada afirma que si, cuando su marido estaba en el Gobierno, ella hubiera hecho algo parecido a lo que ha perpetrado reiteradamente Begoña la hubieran quemado en la plaza de Trafalgar Square.
Dado el carácter inofensivo de la sociedad española, aquí no vamos a quemar a nadie, pero podíamos ponernos las pilas y al menos echar a estos mangantes del Gobierno y sentar a unos cuantos en los banquillos de los tribunales.
No se olviden, paisanos, de que este 9 de junio de 2024 tenemos elecciones europeas y que esos comicios son una buena oportunidad para darle a Sánchez y sus compinches un poco de lo que se merecen.
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