¿Recuerdan a alguno de los periodistas del pesebre sanchista dando leña al PSOE y Podemos cuando sacaban centenares de violadores a la calle?
Ni siquiera alzaron la voz durante la purga ‘soviética’ con la que Yolanda Díaz borró del mapa a Irene Montero y la ‘banda de la tarta’.
¿Han oído al manchego Page criticar la inminente claudicación de Sánchez ante el prófugo Puigdemont, el golpista Junqueras y el etarra Otegi?
No. Lo que han escuchado de la boca del mascaron de proa del imaginario ‘PSOE bueno’ es que se les ha ido la chaveta a quienes le piden que facilite la investidura de Feijóo como presidente del Gobierno de España.
El votará obediente a su jefe, aunque se abrace a Belcebú y pacte con la mafia calabresa.
Y en contraste, en el centroderecha nunca cesa el fuego amigo. Periodístico, político y de todo pelaje.
Lo de la extremeña Guardiola a mitad de la campaña, estigmatizando a VOX como un partido xenófobo, racista y antimujeres, fue de una estupidez supina, pero da la impresión de que no aprenden.
El penúltimo episodio, porque seguro que hoy tenemos otro, lo ha protagonizado Moreno Bonilla.
El presidente andaluz, en respuesta al portavoz de VOX, Manuel Gavira, que acusó al PP de fracasar en las generales y de estar más cerca del PSOE que de ellos, echó a la cara a los de Abascal que, soltando frases exageradas e incendiarias, movilizaron el voto socialista y facilitaron el éxito de Sánchez en Cataluña.
Seguro que todos tienen una pizca de razón, pero no voy a entrar en las cuitas entre PP y VOX, porque si nos distraemos con pendejadas, los malos nos comen por los pies.
Claro que hay motivos para la crítica. Feijóo, en lugar de ofrecer a España un nuevo liderazgo de ideas claras y ambiciosas, ofertaba gestión aseada, cumplimiento de las reglas y una actitud difusa en lo que se refiere a las cuestiones culturales y morales que separan -o deben separar- a la derecha de la izquierda.
Tampoco ha manejado correctamente su relación con Abascal.
Es absurdo proclamar que te da repelús un partido, cuña de tu misma madera, que necesitas para gobernar y con el que pactas en unas regiones y en otras no.
Algo similar es aplicable a VOX, que tiene que dejar muy claro que no se enfrenta a dos enemigos, sino a uno solo llamado Sánchez.
Con urgencia, los de Abascal deben elaborar, en una decena de puntos un proyecto-bandera para ilusionarnos con la posibilidad de una España mejor y presentarlo conjuntamente con el PP en próximas elecciones. En bloque, sin complejos, ni bobadas.
Feijóo fue el más votado el pasado 23J, pero el ganador de los comicios es el prófugo Puigdemont.
Y con él, el asesino Txapote, el terrorista Otegi, los meapilas del PNV y los paniaguados de los chupetines progres.
Este desastre, como no puede ser de otra manera, empuja al desaliento.
Pues no. A pesar de la decepción, de las expectativas frustradas y de la sorpresa, no es momento para acojonarse.
Ni siquiera para tumbarse a la bartola.
Hemos perdido esta batalla, pero vamos a g
Ni siquiera alzaron la voz durante la purga ‘soviética’ con la que Yolanda Díaz borró del mapa a Irene Montero y la ‘banda de la tarta’.
¿Han oído al manchego Page criticar la inminente claudicación de Sánchez ante el prófugo Puigdemont, el golpista Junqueras y el etarra Otegi?
No. Lo que han escuchado de la boca del mascaron de proa del imaginario ‘PSOE bueno’ es que se les ha ido la chaveta a quienes le piden que facilite la investidura de Feijóo como presidente del Gobierno de España.
El votará obediente a su jefe, aunque se abrace a Belcebú y pacte con la mafia calabresa.
Y en contraste, en el centroderecha nunca cesa el fuego amigo. Periodístico, político y de todo pelaje.
Lo de la extremeña Guardiola a mitad de la campaña, estigmatizando a VOX como un partido xenófobo, racista y antimujeres, fue de una estupidez supina, pero da la impresión de que no aprenden.
El penúltimo episodio, porque seguro que hoy tenemos otro, lo ha protagonizado Moreno Bonilla.
El presidente andaluz, en respuesta al portavoz de VOX, Manuel Gavira, que acusó al PP de fracasar en las generales y de estar más cerca del PSOE que de ellos, echó a la cara a los de Abascal que, soltando frases exageradas e incendiarias, movilizaron el voto socialista y facilitaron el éxito de Sánchez en Cataluña.
Seguro que todos tienen una pizca de razón, pero no voy a entrar en las cuitas entre PP y VOX, porque si nos distraemos con pendejadas, los malos nos comen por los pies.
Claro que hay motivos para la crítica. Feijóo, en lugar de ofrecer a España un nuevo liderazgo de ideas claras y ambiciosas, ofertaba gestión aseada, cumplimiento de las reglas y una actitud difusa en lo que se refiere a las cuestiones culturales y morales que separan -o deben separar- a la derecha de la izquierda.
Tampoco ha manejado correctamente su relación con Abascal.
Es absurdo proclamar que te da repelús un partido, cuña de tu misma madera, que necesitas para gobernar y con el que pactas en unas regiones y en otras no.
Algo similar es aplicable a VOX, que tiene que dejar muy claro que no se enfrenta a dos enemigos, sino a uno solo llamado Sánchez.
Con urgencia, los de Abascal deben elaborar, en una decena de puntos un proyecto-bandera para ilusionarnos con la posibilidad de una España mejor y presentarlo conjuntamente con el PP en próximas elecciones. En bloque, sin complejos, ni bobadas.
Feijóo fue el más votado el pasado 23J, pero el ganador de los comicios es el prófugo Puigdemont.
Y con él, el asesino Txapote, el terrorista Otegi, los meapilas del PNV y los paniaguados de los chupetines progres.
Este desastre, como no puede ser de otra manera, empuja al desaliento.
Pues no. A pesar de la decepción, de las expectativas frustradas y de la sorpresa, no es momento para acojonarse.
Ni siquiera para tumbarse a la bartola.
Hemos perdido esta batalla, pero vamos a g
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