No es secreto que Rafael Leónidas Trujillo Molina, el hombre que mantuvo al país bajo una sangrienta y déspota dictadura por 31 años, era de personalidad narcisista y sufría delirios de grandeza por su poderío.
Además de la represión, como todo fenómeno político de su naturaleza, Trujillo tuvo que armar una “plataforma ideológica” para ensalzar su ego, hacerle propaganda a su figura y promover su gobierno antidemocrático.