Pedro Sánchez sabe mucho de plantones. Ha asistido a muchos de los que han 'propinado' los secesionistas catalanes en Barcelona al jefe del Estado. Pero hasta ahora nunca se los habían dado a él. Hasta el pasado lunes, en que tuvo que recibir a la plana mayor de la OTAN en Madrid. El presidente del Gobierno contó con la presencia de representantes de las más altas instituciones del Estado y de expresidentes como González, Zapatero y Aznar pero no con la de sus ministros comunistas, que siguen instalados en ese pueril infantilismo antibelicista, más propio de una asamblea de facultad que de un ministro del gobierno de España.

Se conmemoraban los 40 años de pertenencia de España a la OTAN, una organización creada al calor de la 'Guerra Fría' pero que sigue teniendo todo el sentido del mundo, a la luz del último conflicto bélico que tiene al mundo en vilo: la guerra entre Ucrania y Rusia. Sánchez tiene un especial interés en cuidar especialmente a esta organización porque aspira a ser elegido presidente de la misma cuando dé la 'espantada' y anuncie que no será cabeza de cartel electoral en 2023 cuando tenga que convocar unas elecciones en las que el PSOE sufrirá una debacle, sin duda alguna.