Allá en tiempos que fueron, y el alma han llenado de santos recuerdos, de mi tierra en los campos hermosos, la riqueza del pobre era el fuego, que al brillar de la choza en el fondo, calentaba los rígidos miembros por el frío y el hambre ateridos del niño y del viejo.
De la hoguera sentados en torno, en sus brazos la madre arrullaba al infante robusto; daba vuelta, afanosa la anciana en sus dedos nudosos, al huso, y al alegre fulgor de la llama, ya la joven la harina cernía, o ya desgranaba con su mano callosa y pequeña, del maíz las mazorcas doradas.