Las finanzas vaticanas se han visto muy mermadas durante el papado de Francisco. Si la ciudad-Estado que da cobijo a los sucesores de San Pedro tuviera las normas terrenales del resto, estaría en quiebra técnica.
Él donó de su bolsillo todo lo que le quedaba antes de morir y en su testamento dejó escrito que sería un donante anónimo, y no la Iglesia, quien pagará su sepelio.