El molde del cine de terror es generoso. En él caben desde las fantasías más alucinadas hasta las peores aberraciones de la realidad, aquellas que describen situaciones que el espectador conoce por experiencia propia. Dentro de esta categoría, algunos directores se atreven a usar al horror cinematográfico como espejo de la historia, de esas atrocidades concretas de las que la humanidad ha dado numerosas muestras. Eso hacen los hermanos Luciano y Nicolás Onetti en su última película, 1978. El número es familiar para cualquier argentino.
Se trata del año en el que la Selección de fútbol ganó su primer Mundial, que se jugó en la Argentina durante uno de los períodos más sangrientos de la última dictadura militar. Esta historia se desarrolla durante la noche del partido final y está protagonizada por los integrantes de un grupo de tareas en lo que, para ellos, es apenas otra jornada de trabajo. Torturar, humillar y secuestrar personas es a lo que se dedican y lo hacen con auténtico rigor, en todos los sentidos del término. El trabajo de casting es el primer gran acierto de 1978. Carlos Portaluppi, Mario Alarcón y Santiago Ríos realizan una estupenda labor, dándole vida a tres represores tan intimidantes como despreciables.