La ciudad brasileña de Porto Velho, con casi medio millón de personas, vive inmersa en una nube de humo causada por la ola de incendios que azota la Amazonía en la peor sequía de los últimos 75 años. «El tiempo es bueno, pero hay un poco de humo», avisa el piloto durante la aproximación. Es día de suerte, porque en el último mes decenas de vuelos han sido cancelados por culpa de la falta de visibilidad. Aun así, salir del aeropuerto es como entrar en una sala de fumadores: la garganta se seca, los ojos escuecen y una neblina blanquecina impide ver a lo lejos.
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