Alfonso Rojo: “Una nación de ovejas engendra un Gobierno de lobos”
  • el año pasado
Una nación de ovejas engendra un Gobierno de lobos.
La frase no es mía.
Es del periodista Edward R. Murrow, cuyo enfrentamiento con el senador McCarthy retrata George Clooney en la película ‘Buenas noches y buena suerte’, pero nos viene al pelo viendo lo que está sucediendo en España.
Siempre me he sentido muy patriota, pero les confieso -con dolor- que no profeso una gran fe en eso que se ha dado en llamar sabiduría, sentido común y valor del ‘pueblo español’.
Desde hace tiempo, me cuesta encontrar un nexo, un hilo conductor, entre aquellos desharrapados que cruzaron el Atlántico en cáscaras de nuez y conquistaron el mundo, entre los valientes que derrotaron al turco en Lepanto, entre los esforzados infantes de los Tercios y los españoles actuales.
Me gustaría pensar lo contrario, pero creo que nos hemos convertido en una sociedad acobardada, ovina, acomodaticia, moralmente maleable, floja y bizcochable.
Y, como sentenció el gran Murrow en plena caza de brujas macartista, eso alimenta la proclividad al despotismo de los que mandan.
La relación de Sánchez con la verdad ni siquiera es elástica. Es inexistente.
Ayer, en el Senado a preguntas de Feijóo e intentando ser gracioso soltó eso de “ya saben que soy un tirano y mi única obsesión es instaurar la República Bolivariana”.
Pretendía el muy merluzo ironizar sobre las acusaciones de golpismo institucional que se acumulan contra él, pero a mi me sonó a profeta.
Nunca, desde que hace 47 años Franco falleció apaciblemente en la cama de un hospital inaugurado por él, un presidente del Gobierno había acumulado tanto poder mediático, político y económico como el que detenta el líder del PSOE.
Y nunca se había usado el Consejo de Ministro y el BOE para favorecer a los sediciosos, los corruptos y los delincuentes.
Sánchez no manifestó el mínimo deseo de rectificar en su deriva autoritaria.
Se ratificó en su inquietante hoja de ruta, volvió a insultar a los jueces, amenazó a la oposición y se abrazó de nuevo a los enemigos de España que lo mantienen en La Moncloa.
El mismo caradura que legitima el separatismo, indulta golpistas, borra sus delitos, suelta violadores, ataca la libertad de prensa y agrede al Tribunal Constitucional, tuvo la desvergüenza de afirmar que ve ‘imperfecta’ la democracia española.

Confía, como ha hecho siempre Sánchez, en el silencio de los corderos, pero esta vez no le vamos a dejar.
En cuanto haya elecciones, lo vamos a correr en pelo.
A él, a sus compinches y a ese partido infame en que se ha convertido el PSOE.
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