The Oath and the Man (El hombre y su juramento) [1910]

  • hace 3 años
Antes de la revolución en Francia, la nobleza ejercía un gobierno muy despótico sobre los campesinos, sometiéndolos a una abyecta esclavitud. No sólo sufrían la opresión pecuniaria, sino que sus humildes hogares eran invadidos y profanados por nobles derrochadores. Henri Provost, un perfumista, recibe la llamada de su propietario en busca de algún perfume. Durante su visita, este noble se siente atraído por la joven y bonita esposa de Henri. Su belleza le cautiva tanto que, durante la ausencia de su marido, ejerce sus presuntos derechos y la invita, o más bien la manda, a asistir a la fiesta de su casa. Allí la viste con galas y le promete hacer de ella una gran dama, de modo que cuando su marido, al saber a dónde había ido, irrumpe en el palacio, ella lo rechaza. El perfumista, con el corazón roto, quiere volver al palacio y, en venganza, asesinar tanto a su mujer como al noble, pero el viejo sacerdote lo detiene, mostrándole el crucifijo, emblema de la caridad cristiana, y haciéndole jurar que nunca los matará, recordándole que la venganza solo pertenece a Dios. Henri hace el juramento y lo cumple. Un tiempo después, los campesinos que sufren la tiranía aristocrática se rebelan, con el perfumista como líder. Los revolucionarios invaden la casa del noble, cuyos ocupantes huyen despavoridos. El propio noble, junto con la esposa del perfumista, que sigue con él, se dirigen a su antigua casa, que imagina desierta. El perfumista entra y, al encontrarse con la pareja culpable, ve su oportunidad de vengarse. Está a punto de atravesarlos cuando aparece de nuevo el viejo sacerdote y le muestra el crucifijo, recordándole su juramento. Entonces hace retroceder a la turba, que no ha visto al noble, con la exclamación: "Esta es mi mujer". Despedida la turba, lleva a la pareja a una sala interior donde cambian sus galas por atuendos de campesinos. De este modo marchan eludiendo a los revolucionarios destemplados que desfilan fuera, arrasando con todo y destruyendo a todos los aristócratas. Qué amarga lección le han dado. Su codicia sólo le ha traído vergüenza, terror, pobreza y aislamiento.

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