What the Daisy Said (Lo que dijo la margarita) [1910]

  • hace 3 años
Martha y Milly, dos hermanas, en un campo de margaritas, esa pequeña flor haciendo la mística pregunta trascendental: "¿Me ama?" La respuesta en ambos casos es "¡Sí!" y las felices doncellas corren hacia la granja. Martha se entera de la presencia en el pueblo de una banda de gitanos y está ansiosa por que uno de estos nómadas le diga la fortuna, con curiosidad por saber si la historia de la margarita es cierta. Chica tonta por no creer implícitamente en la margarita. Por este escepticismo o, mejor dicho, apostasía del amante, incurre en el disgusto de la margarita y la venganza es segura. Aparece un joven y guapo gitano, lee la palma de su mano, planeando su futuro a su medida. Martha está fascinada por el joven nómada y luego realmente lo ama y cree en él, encontrándose con él clandestinamente al pie de una cascada con la mayor frecuencia posible. Finalmente, convence a su hermana Milly de que la gitana le diga el futuro, por supuesto, sin insinuar su amor por el joven. Sin embargo, la gitana ahora convierte a las hermanas en rivales desconocidas entre sí para él, y cada niña guarda su secreto con cuidado. Pero la margarita se venga cuando Martha se encuentra de repente con su hermana y el gitano en la cascada. Ella es testigo de la perfidia del desdichado sin que ellos la vean, por lo que se marcha sigilosamente jurando no volver a verlo nunca más. En este momento el anciano padre de las dos niñas comentando su ausencia va a buscarlas. Se sorprende al ver a su hija Milly en compañía del gitano, y se produce una discusión que provoca que el anciano sea derribado. Los gritos de la joven atraen a varios peones, quienes, pensando que mató al anciano, se lanzan tras el gitano para aniquilarlo. Está a punto de ser detenido cuando llega a la puerta de la granja donde Martha está sentada llorando de disgusto y decepción. Él le pide que lo salve, lo que al principio ella detesta hacer, pero el darse cuenta de que una vez lo cuidó la ablanda y ella lo dirige a un barril y lo cubre con papas, de modo que cuando lleguen sus perseguidores él esté a salvo así cubierto. Mientras tanto, el anciano se encuentra solo y aturdido por su caída y de ninguna manera herido, por lo que se les pide a los perseguidores que desistan. Aún así proceden al campamento donde ha llegado el joven sinvergüenza y le ordenan que abandone el lugar de inmediato, siguiéndolo una distancia para asegurarse de que obedece su mandato. Las chicas ahora están regeneradas en su fe en la margarita, cada una yendo hacia su sincero y rústica novio.

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