Cultura en tiempos de pandemia

  • hace 3 años
Valencia, 1 abr (EFE).- (Imágenes David Casasús) Muchos sectores económicos se han visto obligados a reinventarse con la llegada de la covid-19 pero algunos, como el de la cultura, o no han podido hacerlo o lo han tenido muy complicado ante las duras restricciones impuestas, por lo que muchas personas que se dedicaban al mundo de las artes han tenido que reubicarse fuera de los focos para sobrevivir.
Así lo explican a Efe tres artistas y un empresario que han visto cómo en un año sus vidas han dado un giro que jamás podían imaginar, limitados a tocar en la calle, trabajar en un almacén o en una consulta médica como único medio de vida.
Los datos de afiliación a la Seguridad Social son demoledores. El sector de actividades de creación artísticas y de espectáculos daba de alta en 2019 a 1.039.063 personas, mientras que en 2020 dejaba un panorama desolador, con solo 389.616 trabajadores afiliados.
En términos interanuales, septiembre de 2019 fue el mes con más altas del año con 111.749 personas frente a las 34.413 afiliadas de septiembre de 2020, una pérdida de más del 75%.
Sandra Polop, tiene 32 años, es valenciana, lleva cantando más de media vida y hace justo 16 años su cara se hacía muy conocida al participar en uno de los concursos musicales más importantes de la televisión de nuestro país, siendo en su día la concursante más joven de Operación Triunfo. Más tarde actuó en varios programas televisivos, se subió al escenario del Lope de Vega con Jesucristo Superstar, y llevaba 9 años en giras nacionales con la Tribu, una formación de covers pop-rock con la que tenía programadas más de 90 actuaciones que no se han realizado.
Yerik Nuñez y Anso Martínez pertenecen a la banda madrileña Whatever Jazz, un estilo de música animada de los años 20. Yerik (chileno de nacimiento pero también con nacionalidad belga y española) lleva tocando toda la vida, veía a su padre actuar en la calle y fue este quien le animó a salir por los barrios de París cuando era niño. Por su parte, Anso, trompetista y madrileño, empezó a formarse muy joven y lleva 10 años sin soltar a su inseparable instrumento.
Si en 2020 Sandra canceló las más de 90 actuaciones programadas a nivel nacional con su grupo, en el que trabajaban alrededor de 15 personas, lamenta que en lo que llevamos de año no hay perspectiva de volver a retomar el ritmo. “Tengo compañeros que a día de hoy siguen estando en las colas del hambre, han tenido que retroceder en su vida, en inquietudes, en ilusiones, en metas”,asegura a EFE.
Anso se dedicaba 100% a la música, en conciertos, en eventos, en grabaciones o en bodas, en aforos donde entraban más de 100 personas, espacios que ahora mismo no existen o están limitados a la mitad de los asistentes. Su compañero de banda ha tenido más suerte, ya que su otra profesión, ingeniero de sistemas, le permite tener una vida menos complicada.
OBLIGADOS A CAMBIAR DE SECTOR
Los primeros meses de pandemia fueron tiempos de confusión, de espera, pero conforme el año pasaba e

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