Romance of a Jewess (Romance de una judía) [1908]

  • hace 3 años
Se ve a Ruth Simonson, con su padre, arrodillada junto a la cama de su madre, cuyas arenas de la vida están menguando rápidamente. Al darse cuenta de que su fin está cerca, la Sra. Simonson saca de su cuello una cadena y un relicario y lo coloca alrededor del cuello de su hija, Ruth, con el mandamiento de oración y de que estos la guíen siempre por el camino de la prudencia y la virtud. Encomendándola al cuidado de su padre, la anciana va a encontrarse con su Maestro en el Gran Más Allá. Dos años más tarde encontramos a Ruth ayudando a su anciano padre en su casa de empeños. El Sr. Simonson, aunque prestamista, es de naturaleza benevolente y sus muchas obras de generosidad lo han hecho querer por todos los que lo conocen. Por lo tanto, cuando aparece el "schatchen" (agente matrimonial) local con Jacob Rubenstein, un adinerado pretendiente de la mano de su hija, es su deseo de felicidad futura lo que lo induuce a mirarlo favorablemente. Ruth, sin embargo, le ha entregado su corazón a Sol Bimberg, un librero pobre del barrio. Si bien el Sr. Simonson no siente aversión por Sol, aún no aprueba el matrimonio con su hija, ya que sus perspectivas no son nada halagüeñas. Ruth está decidida y, cuando se trata de elegir entre su padre y su amor verdadero, acepta lo último. Siete años después la pequeña familia, aumentada por un niño, vive feliz, cuando una caída de una escalera provoca la muerte de Sol. Ruth, al descubrir que el negocio se preocupa demasiado por ella, se ve obligada a venderse a Rubenstein. La miseria obtenida de la venta no dura mucho, y la pobre Ruth sufre la terrible enfermedad que se llevó a su madre. Reducida a la pobreza se ve obligada a enviar a la pequeña a la casa de empeños con el relicario, cono que obtener lo suficiente para comprar un poco de pan. En la casa de empeños el viejo Simonson reconoce el relicario, y su corazón se ablanda de inmediato, así que va con el niño a la buhardilla donde llega justo a tiempo para reconciliarse cuando ella exhala por última vez. Aplastado, y con el corazón roto, el anciano dobla a la niña, su nieta, contra su pecho, lo que forma la escena final de una película conmovedora. Varias de las escenas son decididamente interesantes por el hecho de que en realidad fueron tomadas en los barrios hebreos densamente poblados de la ciudad de Nueva York.

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