Le Billet de banque (El billete de banco) [1907]
- hace 4 años
Como directora.
Un vagabundo pone en fuga a dos delincuentes que atacan a una pareja que salían de una fiesta. Como recompensa el caballero ofrece a su salvador un billete de gran valor.
Nuestro héroe va a celebrar su buena suerte en la terraza de un café, pero cuando llega el momento de pagar el jefe lo ahuyenta y le rechaza el billete. Más adelante cree que puede conseguir sus provisiones en una tienda, pero nuevamente le niegan el boleto.
Sin desanimarse, el vagabundo decide darse un capricho con una buena comida que termina con un puro, pero ¡ay! cuando llega el momento de pagar el camarero advierte al patrón que, tras examinar la nota, decide llamar a la policía. Las explicaciones dadas en la comisaría terminan con la liberación del inocente imputado.
Decididamente el adagio que dice que "el vestido no hace al monje" ha sido rechazado por su apariencia con demasiada frecuencia: el vagabundo decide remediarlo. La oportunidad se presenta pronto: mientras camina por un canal ve a un bañista que, demasiado confiado, no mira su ropa. El vagabundo aprovecha la oportunidad para hacer una sustitución. Aquí está ahora bajo la apariencia de un burgués: ¡finalmente podrá usar su billete!
Regresa al restaurante: pero cuando llega el momento de pagar se da cuenta de que se le olvidó el billete en la ropa que, por un resto de honestidad, le dejó al bañista. Aquí es devuelto a la comisaría donde una feliz coincidencia le hace llegar al momento en que el asaltado presenta una denuncia.
Todo acabará bien y el superintendente, bondadoso, le cambia el billete de gran valor por otros más pequeños al vagabundo para que no tenga más problemas.
Un vagabundo pone en fuga a dos delincuentes que atacan a una pareja que salían de una fiesta. Como recompensa el caballero ofrece a su salvador un billete de gran valor.
Nuestro héroe va a celebrar su buena suerte en la terraza de un café, pero cuando llega el momento de pagar el jefe lo ahuyenta y le rechaza el billete. Más adelante cree que puede conseguir sus provisiones en una tienda, pero nuevamente le niegan el boleto.
Sin desanimarse, el vagabundo decide darse un capricho con una buena comida que termina con un puro, pero ¡ay! cuando llega el momento de pagar el camarero advierte al patrón que, tras examinar la nota, decide llamar a la policía. Las explicaciones dadas en la comisaría terminan con la liberación del inocente imputado.
Decididamente el adagio que dice que "el vestido no hace al monje" ha sido rechazado por su apariencia con demasiada frecuencia: el vagabundo decide remediarlo. La oportunidad se presenta pronto: mientras camina por un canal ve a un bañista que, demasiado confiado, no mira su ropa. El vagabundo aprovecha la oportunidad para hacer una sustitución. Aquí está ahora bajo la apariencia de un burgués: ¡finalmente podrá usar su billete!
Regresa al restaurante: pero cuando llega el momento de pagar se da cuenta de que se le olvidó el billete en la ropa que, por un resto de honestidad, le dejó al bañista. Aquí es devuelto a la comisaría donde una feliz coincidencia le hace llegar al momento en que el asaltado presenta una denuncia.
Todo acabará bien y el superintendente, bondadoso, le cambia el billete de gran valor por otros más pequeños al vagabundo para que no tenga más problemas.