La Marâtre (La madrastra) [1906]
- hace 4 años
Como directora.
La imagen de una pareja modesta pero ideal: él está a punto de irse a trabajar pero primero ayuda a su mujer a poner orden en el hogar. Cuando se quedó viudo había accedido a casarse siendo ella madre.
Pero la realidad es bastante diferente: a la madrastra le desagradaba su hijastro y solo se preocupa por su pequeño. El pobre muchacho del muy ciego, debe sufrir las reprimendas y golpes de su madrastra. Incapaz de soportarlo más un buen día decide huir para ir a meditar a la tumba de su madre. Es allí donde un soldado lo encuentra y decide entregarlo a las autoridades.
Preocupado por la desaparición de su hijo el padre se dirige a la comisaría denunciarlo. Pero completó su declaración ya que le iban a traer a su hijo. Todo parece terminar bien, pero el chico se niega a irse a casa. Desconcertados los agentes de la ley descubren rápidamente las razones de su desgana: los brazos del desafortunado están cubiertos de moretones. El niño rompe a llorar en los brazos de su padre y confiesa la verdad que mantuvo oculta por su propio bien.
Al volver a casa, el padre quiere expulsar a la indigna, pero el hijo suplica por su antigua maltratadora: ¡no olvidemos que no está sola!
La imagen de una pareja modesta pero ideal: él está a punto de irse a trabajar pero primero ayuda a su mujer a poner orden en el hogar. Cuando se quedó viudo había accedido a casarse siendo ella madre.
Pero la realidad es bastante diferente: a la madrastra le desagradaba su hijastro y solo se preocupa por su pequeño. El pobre muchacho del muy ciego, debe sufrir las reprimendas y golpes de su madrastra. Incapaz de soportarlo más un buen día decide huir para ir a meditar a la tumba de su madre. Es allí donde un soldado lo encuentra y decide entregarlo a las autoridades.
Preocupado por la desaparición de su hijo el padre se dirige a la comisaría denunciarlo. Pero completó su declaración ya que le iban a traer a su hijo. Todo parece terminar bien, pero el chico se niega a irse a casa. Desconcertados los agentes de la ley descubren rápidamente las razones de su desgana: los brazos del desafortunado están cubiertos de moretones. El niño rompe a llorar en los brazos de su padre y confiesa la verdad que mantuvo oculta por su propio bien.
Al volver a casa, el padre quiere expulsar a la indigna, pero el hijo suplica por su antigua maltratadora: ¡no olvidemos que no está sola!