La fotógrafa “becaria” de 88 años que llevó “muy mal” no trabajar a diario

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Santiago de Compostela, 11 jun (EFE).- (Imágenes Josechu Ortiz) "Antes veíamos a los asiáticos como un poco místicos por sus mascarillas y ahora las llevamos todos". Julia López cumplió 88 años el pasado 4 de mayo. Usa mucho esa protección para poder trabajar a diario. Es maestra nacional, pero acabó en la fotografía, donde dice ser la “becaria” permanente.
"Lo pasé muy mal con el cierre. Los días se me hacían muy largos", confiesa en la silla de un negocio que abrió sus puertas hace más de medio siglo, en 1968. El fallecido Paco Iglesias, su marido, que era el retratista, eligió el nombre, “Sandine”, por el parecido que le atribuían con un cantante argentino de voz melodiosa.
Él, que murió de un cáncer de pulmón a los 71, quiso ser boxeador y fue minero, probó como futbolista y acabó como gráfico, tarea profesional que compaginaba con su otra gran afición, la de animador de orquesta, y con el mismo apodo artístico.
Doña Julia, como le dicen, quedó viuda hace “casi” tres décadas, cuenta a Efe. “Él, once años mayor que yo, era el profesional, y yo, siempre ayudando; como ahora con Tavo”. Habla de uno de sus dos hijos, Gustavo, que cumplirá 58 el próximo julio y que sigue con el legado.
“Mi madre hace lo que ella quiere. Le costó el cierre, en su momento, cuando era obligado. Y cuando pudimos volver a abrir, no quería ceder”.
“Le comentamos que había que esperar a ver cómo iba la cosa. Aguantó dos días. Al tercero ya no había quien la dejase en casa. Vino por sorpresa. Cumplir sus deseos es algo que se ganó y se ganó de sobra. Ha sido y es muy buena”, comenta su descendiente, al que esta anciana describe como un hombre “muy tranquilo”.
Doña Julia suelta una primicia que desemboca en una sonora carcajada: “Cuando Tavo se jubile, yo me voy con él, claro”. Gustavo, tras recomponerse del ataque de risa, agrega condescendiente: “No es de pasatiempos. Si le gustase pasear o la huerta... pero es de costumbres. Ella se siente aquí en familia, con sus clientes”.
“Bastante he hecho con no ir al supermercado". "Yo estoy mejor aquí”, corrobora Julia, que entiende que la nueva normalidad es que en lo posible todo vuelva a estar como antes.
Doña Julia vive sola -"soy independiente"- en un primero. Su nieta Carla, hija de Tavo, con su marido y su hija, en el segundo.
“Tengo una bisnieta que es un encanto. Muy activa y sabe mucho. Es una sorpresa siempre con ella”, manifiesta pletórica la sempiterna "aprendiz".
Durante el enclaustramiento, esta entrañable compostelana “en prácticas” echaba mucho de menos sus rutinas de comer y desayunar fuera. Pero al igual que “Fotos Sandine”, ha retornado a su actividad habitual el “Paradiso”, un histórico establecimiento hostelero que tiene justo al lado.
Tavo es forofo del pulpo. En el caso de su progenitora, el espectro de debilidades se amplía: caldo, tortilla, arroz y sardinas.
Y, cómo no, el café. “La comida la hacía en casa y el café también, pero echaba de menos el de cafetería. Es mi vicio”.
Julia cursó mag

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