Mi Primer Período se Convirtió en una Pesadilla

  • hace 5 años
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Ella es Emma, y esta es la historia más vergonzosa de su vida hasta ahora. Muchas chicas se identificarán con ella, ya que es sobre su primer período. Hoy se ríe mucho cada vez que la recuerda, pero en ese momento estaba convencida de que su vida se había terminado. ¡Por favor, no te rías de ella!

Emma viene de una familia muy religiosa, y a sus padres nunca les gustó mucho tocar temas psicológicos o afectivos. Su mamá la ama mucho, pero la aterraba saber que en algún momento tendrían que hablar sobre el período y el sexo, entre otras cosas (aún hoy le dan escalofríos con solo pronunciar la palabra). Emma llegó a los 11 años supersegura de que los niños no venían de ningún lugar, y que simplemente se materializaban en el vientre de la mujer. Y ni siquiera se molestaba en pensar en la pubertad o los cambios en su cuerpo.

Una mañana, cuando se despertó y fue al baño, encontró unas extrañas manchas marrones AHÍ ABAJO. No sabía qué podía ser, se asustó. Lo primero que se le ocurrió fue pedir ayuda a sus padres. Pero la idea de salir del baño, ir con su mamá y explicarle lo que había pasado (sabiendo que tendría que hablarle de sus partes íntimas) era inconcebible. Pedirle ayuda a su papá ni siquiera era una opción. No tenía hermanos con los que hablar. Así que, por más asustada que estaba, decidió esperar; quizá se solucionaría solo.

Emma fue a la escuela, pero no lograba concentrarse en el estudio. Lo único que hacía era escuchar su cuerpo e intentar comprender la gravedad de la situación. No se le ocurrió pedir consejo a sus compañeros, le daba mucha vergüenza mencionar de DÓNDE venían las manchas. Fue al baño un par de veces, siempre encontraba manchas nuevas. Pero no se sentía mal. Decidió esperar un poco más antes de entrar en pánico.

A la noche llegó el dolor. Ese horrible dolor constante y perforador que toda chica conoce. En ese momento, supo que había llegado la hora de entrar en pánico. Se sentó en su computadora “dolor estomacal con sangre”. A los 11, Emma no tenía muchos conocimientos de anatomía, estaba segura de que el estómago estaba en alguna parte del torso. La respuesta menos peligrosa que apareció fue una úlcera. Estaba convencida de que iba a morir, pero de todas maneras le daba mucha vergüenza pedir ayuda. Decidió pasar la noche con la esperanza de mejorar. Esa noche, no consiguió pegar un ojo.

Al día siguiente, fue a la escuela muy nerviosa y asustada. Esa mañana había revisado de nuevo y las manchas marrones no dejaban de aparecer. Sin embargo, su condición tampoco había empeorado, así que acabó por distraerme con las clases. Hasta que llegó la hora de matemática. Emma sintió algo húmedo y corrió al baño. Encontró unas cataratas del Niágara sangrientas. Estuvo a punto de desmayarse, sus manos temblaban y lloraba como loca. Corrió a la oficina de la enfermera y le dijo que estab

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