Un basurero de los cuerpos olvidados

  • hace 7 años
Zarzis (Túnez), 19 nov (EFE).- (Imagen: Natalia Roman) A varios kilómetros de la playa de Zarzis, ciudad tunecina próxima a la frontera con Libia, un amplio terreno de arena removida por la pala y por la lluvia esconde la cara más amarga, pero también solidaria, de la tragedia de la migración en el Mediterráneo.
Gestionado por Marzoug, un pescador de 52 años en paro, ofrece descanso eterno a decenas de personas que se dejaron la vida en el mar en busca de una quimera y a las que se les ha robado incluso el derecho a reposar en paz en el cementerio municipal.
"Cualquier día de estos alguno de los cadáveres saldrá a la superficie", se lamenta ante Efe mientras pasea cabizbajo entre las tumbas, sin vacilar en sus pasos, conocedor de un túmulos que ha excavado con sus manos.
Hasta 2014, aquellos que sucumbían al periplo del Mediterráneo -en su mayoría subsaharianos- recibían sepultura en un rincón del cementerio local destinado a quienes no han sido identificadas.
Pero las familias se quejaron, primero, por la falta de espacio y después por la presencia de desconocidos junto a sus allegados fallecidos.
Para evitar disputas, el Ayuntamiento cedió un terreno situado en el extrarradio, un antiguo vertedero que un grupo de voluntarios limpió y acondicionó como pudo.
Hoy es un camposanto prácticamente anónimo, como quienes ocupan sus sepulturas, algunas marcadas por ladrillos y piedras que las lluvias torrenciales de los últimos días no han logrado arrastrar; otras, simples bultos que sobresalen de la tierra.
"Estas personas no tienen a nadie aquí, somos su familia. Tienen derecho a ser enterradas con dignidad y con respeto", dice Marzoug, voluntario de la Media Luna Roja.
Explica que cuando los Guardacostas reciben el aviso de los pescadores, se desplaza para recuperar el cuerpo hallado en una furgoneta prestada.
"La alcaldía no tiene recursos y no podemos permitir que vayan en un camión basura", añade. Después, con "guantes, ropa desechable y desinfectante" que algunas ONG le donan, los limpia y entierra "a pala".
Sin muestras de ADN, sin estudio forense, un simple y anónimo cadáver escupido por el mar.
Solo se identifica "a quienes se cree que pueden ser tunecinos. Cuando entierro a una persona no veo su religión o su color de piel. Si se encontrara a una joven rubia o a un hombre de ojos azules todo el mundo se movilizaría", deplora.
Marzog asegura que en los últimos dos años ha sepultado a cientos de personas, incluidos niños, y que hay escenas de extrema dureza amarradas en su memoria.
"Son imágenes que no podré olvidar.. como la de una mujer joven que rodeaba con sus brazos a un niño de tres o cuatro años u otra que sostenía a su bebé en un pedazo de madera".
La migración irregular desde las playas del sur de Túnez se ha multiplicado en los últimos meses, en gran parte a causa del desplazamiento de las pequeñas mafias de la costa oeste de Libia empujadas por el acuerdo secreto y millonario firmado por Italia con las milicias.
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