Isaray quiere ser doctora...o jugadora de fútbol

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Los Loros (Chiile), 22 may (EFE) .- Isaray Gallardo, una niña aymara de once años que vive en Los Loros, una pequeña población chilena en el desierto de Atacama, la zona más seca del mundo, no va a olvidar nunca las lluvias torrenciales de 2015 y no solo por los daños que causaron, sino porque también le trajeron el fútbol.
Mientras habla de la tragedia, Isaray abraza una pelota de fútbol. Sus manos menudas la acarician como si fuera un talismán que protege de la mala suerte.
En Los Loros casi nunca llueve, pero el 25 de marzo de 2015 lo hizo de manera torrencial. Los más de 50 litros de agua por metro cuadrado que cayeron en apenas unas horas provocaron una catástrofe.
Los ríos que habitualmente están prácticamente secos se desbordaron y las aguas produjeron inundaciones y aluviones.
Hubo 59 muertos, 28 desaparecidos y cerca de 30.000 damnificados, 9.000 de los cuales eran adolescentes y niños.
El agua que bajaba por las quebradas que nacen en la cordillera de Los Andes arrasó con todo lo que encontró a su paso, como la casa donde Isaray vivía con su madre, su padrastro y sus tres hermanos.
En total, 6.900 viviendas sufrieron desperfectos y más de 3.000 iños vieron afectadas sus vidas porque sus casas sufrieron daños onsiderables o quedaron destruidas.
"Eso para mí fue muy triste", balbucea Isaray, quien vio como su amilia lo perdió todo en apenas 20 minutos.
"Nos subimos a un camión. Íbamos gritando '¡Se viene la quebrada, se viene la quebrada!'", dice con nerviosismo pero sin perder la sonrisa para explicar cómo dejaron su hogar.
Ahora ella y su familia viven en la población La Villa, unas cabañas de emergencia construidas por el Gobierno chileno para albergar a los damnificados.
"Los vecinos dicen que no saben si se vendrá de nuevo la quebrada". Isaray musita estas palabras que ha escuchado a los mayores. Ella se resiste a creer que vaya a repetirse una tragedia que cambió la vida cotidiana en las comunidades azotadas por el temporal e hizo más dura la vida de los niños y adolescentes.
Pasaron meses hasta que la actividad escolar pudo restablecerse con normalidad, dada la destrucción de muchas escuelas, pero lo niños no fueron abandonados a su suerte.
Unicef y las organizaciones con las que trabaja en Chile se desplazaron a las comunidades afectadas para distribuir material educativo y construir espacios para proteger a los niños.
Repartieron más de 5.000 mochilas escolares y echaron a andar una quincena de ludotecas.
Había que hacer todo lo posible para que los pequeños superaran uanto antes la difícil experiencia. Fue entonces cuando Unicef y la ONG Fútbol Más, que ya habían trabajado juntos en varios proyectos con resultados muy positivos, decidieron poner en marcha un proyecto para el desarrollo de actividades recreativas que contara con la participación de los niños, sus familias y las comunidades en que viven.
Además, de jugar y sentirse más protegidos, los adolescentes y jóvenes también se han convertido en los protagon