Análisis Global - Crisis de la derecha Neoliberal

  • hace 8 años
Victoria de Hugo Chávez en 1998, Lula da Silva en 2002 y Néstor Kirchner en 2003, permitieron abrir caminos hacia la creación de nuevos ejes de conexión regional.

Una victoria, pero esta vez basada en el fortalecimiento mutuo y en la preeminencia de la paz y unión.

El eje Venezuela, Brasil y Argentina además pudieron romper con uno de los proyectos más ambiciosos, pero a la vez destructores que desde Estados Unidos tenía para nuestra América, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

La prioridad de esos países pasó a ser la integración regional y el intercambio Sur-Sur y no los Tratados de Libre Comercio (TLC) con los EE.UU.

El ministro argentino de Economía, Alfonso Prat-Gay, ha declarado que los cambios políticos en Brasil son ‘una buena oportunidad para refundar el Mercado Común del Sur (Mercosur)’.

Hoy los gobiernos que plantean el restablecimiento del modelo neoliberal y el realineamiento con los EE.UU., pretenden echar atrás los procesos de integración regional.

Fue así que del fortalecimiento del Mercosur se avanzó hacia la fundación de Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), con su Consejo Sudamericano de Defensa (CSD), el Banco del Sur, entre otros organismos, para luego desembocar en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), poniendo fin a la Doctrina Monroe.

Nunca los EE.UU. habían estado tan aislados en el continente como han estado hasta aquí en este siglo. Al mismo tiempo, América Latina había cambiado su inserción internacional, especialmente los países que han empezado a salir del modelo neoliberal.

Esa nueva inserción ha permitido una integración más grande entre nuestras economías, a la vez que nos permitió resistir en mejores condiciones a los impactos de la prolongada y profunda crisis recesiva internacional.

El intercambio regional, la intensificación del comercio con China y la extensión y profundización del mercado interno de consumo popular fueron claves en esa resistencia a la recesión, que en otras condiciones nos habría llevado a la peor recesión de nuestra historia.

El cambio de gobierno en Argentina y ahora en Brasil es la oportunidad tan aguardada por los EE.UU. para la ruptura de su aislamiento en América Latina.

El viaje del presidente estadounidense, Barack Obama a Argentina y su identificación con el proyecto neoliberal del Gobierno de Mauricio Macri revela los objetivos centrales de EE.UU. en la región. El silencio cómplice de Obama respecto al golpe en Brasil confirma el regocijo de Washington con esa posibilidad.

La declaración del ministro de Economía de Argentina coincide con las posiciones del nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, José Serra, conocido por sus críticas a la política exterior brasileña.

Su obsesión con la entrega del petróleo brasileño a las grandes empresas petrolíferas internacionales ha llevado a José Serra, candidato a la presidencia de Brasil en el 2010, a realizar una reunión que debiera haber sido clandestina, con representantes de las más grandes empresas internacionales de petróleo, en la ciudad Foz de Iguazú (Brasil), prometiendo entregarles el proyecto del ‘presal’.

¿Qué significa “refundar el Mercosur”? La derecha siempre ha querido, sin terminar con el Mercosur, abrir espacios para acuerdos bilaterales de libre comercio con los EE.UU. Este es el objetivo central de esa “refundación”.

Por ahora, se anuncia el rebajamiento del perfil del Mercosur, con la agilización de los acuerdos con la Unión Europea (UE) y de intercambios con la Alianza para el Pacífico. Pero la firma de acuerdos bilaterales con EE.UU. es el objetivo mayor de esa llamada refundación.

Sería el comienzo del desmonte de los procesos de integración regional, debilitando al Mercosur, a Unasur y a Celac.

La estrecha alianza entre los Gobiernos de Brasil y de Argentina, establecida por Lula da Silva y por Néstor Kirchner, y continuada por Dilma Rousseff y por Cristina Kirchner, fue el eje a partir del cual esos procesos de integración se han desarrollado.

Ahora se trataría de, a partir de la reversión de los gobiernos de esos países, revertir ese proceso, promoviendo un nuevo proceso de norteamericanización de la región, con un cerco todavía más grande a países como Venezuela, Bolivia y Ecuador.

Esa reversión conservadora depende de la fuerza que pueda tener el Gobierno golpista brasileño. Por el momento, parece no disponer de fuerza suficiente para un período largo y grandes trasformaciones.

De ahí la importancia todavía más grande de la lucha de resistencia de los brasileños en la conquista de nuevas elecciones, que deslegitimen definitivamente el Gobierno de Michel Temer y permitan al pueblo brasileño volver a definir su destino democráticamente, incluida la inserción internacional de Brasil, entre la integración regional y el intercambio Sur-Sur o el viejo destino de ‘patio trasero’ del imperio.

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